El alquimista impaciente

Patricia Ferreira, 2002.
Reparto: Ingrid Rubio, Roberto Enríquez, Chete Lera, Adriana Ozores, Miguel Ángel Solá, Jordi Dauder, Mariana Santángelo.
Guión: Patricia Ferreira y Enrique Jiménez; basado en la novela de Lorenzo Silva.
* * *
Blandos

Siempre me pregunté por qué los detectives clásicos eran duros. Algunos eran débiles y otros malos, pero nunca dejan de ser duros. Basta ver "El alquimista impaciente" para entenderlo.

El genero policial no sólo genera su interés con sus intrigas. Ellas son parte del espectáculo y una parte imprescindible. El espectador exige una sorpresa. Lo que está menos claro y se hace patente en intentos fallidos como este, es que el espectador también exige pulso. La película de detective es una película de temperamento. El sabueso mide sus modales con todos los soplones y con el desfile de tipos humanos y sociales con que se enfrenta.

Tan necesario como el enigma es el temperamento del detective. Por eso, los tipos blandos estropean una trama policial. No digamos Ingrid Rubio que en ocasiones parece que se va a dormir haciendo su papel, o que está pensando la lista de la compra.

El alquimista impaciente, no se esmera en mostrar el temperamento de sus dos sabuesos, y tampoco en la química que podría surgir entre ellos siendo jóvenes. Patricia Ferreira enfatiza un aspecto que debía estar muy presente en la novela, no se salta ninguna observación inteligente, ni citas un poco intelectualillas, como la repetida de DeQuincey o la de Freud. Parte de la blandeza del resultado es también este baño de sabiduría, los duros no suelen ir de sabiondos.

La película retrata una España algo limpia que no reconozco del todo. Las casas de campo modernistas, los jardines y piscinas. Los edificios de la castellana, incluso el interior de la casa de los detectives, todo me parece demasiado glamouroso.

Y sin embargo me gusta la película. Me gusta, sobre todo, que es una obra íntimamente triste. No me reflejo en los guardiaciviles algo pasmados y poco representativos de la benemérita, ni tampoco en las fachadas de cristal. Pero hay un trasfondo de tristeza que invita a verla una segunda vez.
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