Venganza



Paranoicos

El cine dejó de ser un sermón insufrible y se convirtió en una cosa divertida el día que descubrió que a todos los agentes de policía les importan muy poco nuestros problemas. Si queremos rescatar a una hija secuestrada lo único que podemos hacer es pelearnos a pelo contra una organización criminal hasta acabar con todos uno por uno. El individualismo desmelenado es divertido, que venga el séptimo de caballería al final de la película a salvarnos de los indios, ahora es un rollo.


"Taken"
Pierre Morel, 2008
Reparto: Liam Neeson (Bryan), Maggie Grace (Kim), Famke Janssen (Lenore), Xander Berkeley (Stuart), Leland Orser (Sam), Jon Gries (Casey), David Warshofsky (Bernie), Katie Cassidy (Amanda), Holly Valance (Sheerah), Nathan Rippy (Victor).
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Un paranoico en la vida real es un pesado insoportable. En el cine no. En el cine es un señor que grita que viene el lobo y nos hace desear que haya una manada de lobos para que él tenga razón. Liam Neeson es padre paranoico. El hombre teme que a su hija le pase algo en su viaje a Europa y todos lo tratan de padre carca. Así que nosotros y él gritamos al unísono “veis como tenía razón” cuando a su hija la rapta una mafia albanesa para la trata de blancas.

En una historia de venganzas sangrientas podían haber contratado a Van Damme o a Seagal. Quizá no lo hicieron porque querían advertirnos de que no iban a hacer lo mismo. Los franceses no son iguales que los hollywoodienses. No tienen tanta tradición y no tienen las manos atadas por lo políticamente correcto. Hollywood no se hubiera atrevido a semejante crueldad.

Del acierto de los creadores da fe un detalle, en los peores momentos de la carnicería no somos capaces de discutirle una sola atrocidad al protagonista. Estamos, incluso, dispuestos a perdonarle cien más. Y no es que nos preocupe la vida de la chica. Ella no está en peligro, en peligro está su virginidad. Aunque pasan los siglos, seguimos siendo los espectadores de las novelas de Caballería y seguimos deseando que deguellen a todos los esbirros antes que dejar que el honor de la dama sufra un rasguño.

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